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Son combustibles obtenidos del tratamiento de los desechos y residuos agrícolas, forestales o animales.
Actualmente se utilizan en múltiples aplicaciones relacionadas generalmente con el transporte, la generación eléctrica, la calefacción y otras utilidades.
Además el bioetanol y el llamado biodiesel se vienen ya utilizando para motores de combustión interna, obteniéndose de los deshechos de los cultivos de caña de azúcar, semillas o maíz.
Con ellos se consiguen unas emisiones de gases de efecto invernadero muy inferiores en comparación con los combustibles clásicos para combustión (Gasoil o gasolina).
Podemos enunciar varios comentarios al efecto:
La materia prima con la que se producen los biocombustibles es mucho más barata que la de los bio-carburantes, ya que se trata de excedentes normalmente de origen vegetal, que son, mucho menos costosos.
Este efecto se repite tanto en el bio-gasóleo (sustitutivo del gasoil en los motores diésel) y en el bioetanol (posible añadido a la gasolina).
Por su parte el bioetanol es un biocombustible que se obtiene a través de la fermentación de remolacha o maíz o del azúcar de las plantas, y el bio-gasóleo se obtiene con un proceso químico con palma o girasol.
La cantidad de producción de este tipo de derivados del combustible convencional es bastante limitada, ya que proceden de sustracciones de los recursos alimentarios.
Por todo ello, la UE, aunque inicialmente practicó un claro impulso de los biocombustibles durante varios años, finalmente ha ejercido limitaciones a su uso, debido a su impacto claro sobre la deforestación y el suelo. Que sería una clara consecuencia de su expansión.
Actualmente se buscan para su utilización procesos más claros y sostenibles para poder salvar estas limitaciones y restricciones de la UE.
Se trata de los biocombustibles de última generación y proceden en su producción de determinados cultivos herbáceos o residuos agrícolas, o incluso del reciclaje de aceites usados o también de desechos de plástico.
Estos biocombustibles avanzados se producen también con bioetanol (que en principio es un alcohol que se añade a la gasolina tradicional) y del bio-gasóleo (combustible con procedencia vegetal para su uso en los motores diésel).
Existe además un biocombustible muy reciente que se denomina bio-queroseno, con un octanaje muy elevado y que actualmente ya se utiliza en aviación de manera muy frecuente.
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Es cierto que los combustibles sintéticos han mejorado en su posición ecológica en el mundo, aunque creemos que no podrán competir con el hidrógeno que además de ser un combustible que produce cero emisiones (motores de célula de combustible), será probablemente el combustible alternativo con más prioridad de futuro.
La lucha ya emprendida en el mundo contra el cambio climático, es sin duda el detonante del fomento de los vehículos eléctricos en un futuro, aunque entendemos que queda aún bastante tiempo hasta que este tipo de propulsión sea implantada al 100% en los parques automovilísticos mundiales.
En la actualidad los biocombustibles son una alternativa a considerar mientras el proceso de la electrificación se convierta en una realidad, aunque en general producen unos rendimientos inferiores en los actuales motores de combustión interna.
Uno de sus inconveniente principales es que su producción genera además una importante liberación de CO2 a la atmósfera, además de generar un incremento de emisiones globales por el desgaste de los componentes de este tipo de propulsión, aunque siempre menor que en los combustibles tradicionales.
Concluimos que en nuestra opinión los biocombustibles no parecen ser una solución eficaz para seguir luchando contra las emisiones de gases de efecto invernadero en el futuro, aunque de momento si son una buena propuesta para ir ayudando a reducir las emisiones de CO2 actuales de los vehículos combustión interna, cuya vida está ya limitada, según norma de la UE, en 2030 para su nueva matriculación y 2035 en su uso.
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