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Estamos ya acostumbrados a ver innovaciones constantes en los coches que hacen más fácil tu conducción, pero saber para cuándo los coches autónomos serán una realidad absoluta, es algo difícil de concretar.
Primero fueron pequeñas cosas que influían notablemente en la comodidad y en la seguridad. Empezaron a instalarse en tus coches cosas como que los limpiaparabrisas se activaran con la lluvia sin tu intervención y que incrementaran su ritmo a mayor intensidad de lluvia, las luces cambiaban solas por la luz ambiente o si venía un coche de frente, o las ruedas se autorreparaban a e inflaban en caso de pinchazo.
De ahí pasamos a coches que podían aparcar solos, reducir la velocidad en función de la distancia a otros vehículos o decidir cuándo acelerar o cuándo frenar, en función de un riesgo inminente.
El coche autónomo, sin embargo, es algo que todavía tiene que sortear algunos obstáculos y el verdadero coche autónomo aún tardará algún tiempo en hacerse presente.
En teoría se trata, en su máximo nivel, de un vehículo capaz de circular sin ningún tipo de intervención humana salvo fijar el destino de cada trayecto. Por lo demás, todas las decisiones de conducción y todas las acciones prescindirían totalmente de la intervención humana.
Se trata, por tanto, de un salto trascendental en la evolución del automóvil, el coche del futuro.
La autonomía no es algo absoluto. La SAE, Society of Automotive Engineers, define hasta seis niveles de autonomía, empezando en un nivel cero que, por lógica, se caracteriza por no tener ningún tipo de sistema autónomo.
A partir de este nivel se desarrollan, escalonadamente, otros cinco niveles que se corresponden a diferentes grados de automatismo que van desde un nivel 1 que supone una mera asistencia al conductor en la aceleración y frenado, hasta un nivel 5 que representaría la capacidad de prescindir absolutamente de un conductor, eliminando el volante y su puesto de conducción y dedicándose solo a los pasajeros.
Entre medias hay toda una serie de variantes que incluyen el control de la dirección o la toma de decisiones de diversa índole, pero que no prescinden de la presencia de los mandos manuales.
El volumen de un cilindro multiplicado por el motor de dos o cuatro tiempos y por el número de cilindros, da como resultado la potencia fiscal. Si únicamente se tiene en cuenta la cilindrada, se puede penalizar a los motores diésel frente a los motores con alta potencia o turbocompresión.
Aunque el sector había tomado una clara definición hacia la investigación y puesta en escena de coches autónomos, los experimentos realizados en condiciones reales, como el llevado a cabo en Tempe, Arizona donde una mujer fue atropellada gravemente por uno de estos vehículos, pone en serias dudas si algún día veremos coches sin ningún conductor y con un grado de autonomía total.
Lo cierto es que también se plantean dudas desde determinados aspectos legales, ya que si se prescinde del conductor, ¿de quién es la responsabilidad en caso de un accidente?
Desde el punto de vista de los seguros de coche una conducción autómata total sería magnífica, pero también implica riesgos de seguridad que parecen inabordables, por lo que, aparte de determinados experimentos, parece claro que el futuro de los coches 100% autónomos todavía está lejos.