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Debe tenerse en cuenta, antes que nada, que existen correas metálicas que seguramente nunca deban ser cambiadas (siempre y cuando estas se mantengan convenientemente lubricadas a través del aceite motor). No obstante, conviene examinarlas cada cierto tiempo.
Para el resto, se estima que deberán cambiarse cada cierto número de kilómetros. Este kilometraje no siempre es el mismo, pues depende de cómo y por dónde utilicemos nuestro coche. ¿Cada cuántos kilómetros se cambia la correa de distribución entonces? La cifra varía entre los 60.000 y 150.000 kilómetros de media. Las revisiones periódicas, así como un uso responsable del vehículo, aumentarán la vida útil de nuestra correa hasta cierto punto. Y el fabricante, en el libro de mantenimiento, suele ofrecer algunos consejos de valor al respecto.
Existen otros elementos que afectan a la esperanza de vida de la correa. En primer lugar, el tiempo, así como las posibles condiciones extremas del lugar en el que vivimos, pueden contribuir al desgaste. Y aunque el rodaje no resulte excesivo, suele ofrecerse como recomendación general cambiar la correa al menos una vez cada cinco años.
En segundo lugar, la conducción por ciudad produce un mayor desgaste que por autopista a mismo número de kilómetros recorridos. El porqué de esta segunda afirmación lo encontramos en el hecho de que nuestro coche seguirá en funcionamiento (así como la correa) aunque nos encontremos parados en semáforos o atascos. Y en caso de sufrir pequeños siniestros en la chapa o pintura de tu coche al circular por poblado, siempre es bueno contar con un seguro de coche económico, como el de Verti.
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La correa de distribución es un elemento totalmente fundamental en el vehículo, pues realiza la función capital de sincronizar el funcionamiento del motor.
Transmite el movimiento de manera continua desde el cigüeñal hasta el árbol de levas. La relación de transmisión es de 1:2. Es decir, que el árbol de levas girará a la mitad de la velocidad a la que lo haga el cigüeñal. La correa va acoplada, gracias a su especial configuración, sobre un tipo de ruedas o engranajes dentados llamados piñones.
También llamado banda de distribución, correa dentada o faja de distribución, este elemento armoniza la relación existente entre los cuatro tiempos de un motor (encendido, apertura y cierre de válvulas, etc).
Ahora que sabe qué es la correa de distribución, cómo opera y con qué elementos se relaciona, se habrá dado cuenta de su vital importancia. Un fallo sobre la correa afectará de manera directa a otros elementos aún más importantes y potencialmente costosos de reparar a nivel económico. El primer elemento en riesgo es la culata, así como las válvulas y pistones. Seguramente conocerá de primera mano algún caso en el que la culata del coche de un amigo o familiar se ha dañado. Y seguramente haya sido debido a una correa de distribución en mal estado. Una vez se haya producido el daño este será, con total seguridad, mucho más costoso de subsanar que el precio de sustituir la correa (que suele oscilar entre los 300 y 900 euros).
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Por tanto, cómo identificar que la correa se encuentra en un estado deficiente es importante. Levante el capó y examine:
· La posible presencia de zonas cuarteadas y grietas.
· La excesiva rigidez o sequedad de la goma.
· Dientes desgastados.
· Tensión inadecuada.
· Filtraciones constantes del refrigerante de la bomba de agua sobre la correa, pues estas pueden dañarla con el tiempo. Vigile este aspecto.
Una de las mejores alternativas de prevención y que evita que se rompa la correa de distribución, es conocer los síntomas causantes de esta situación. Los más conocidos son los siguientes:
Ahora que ya sabes todo sobre la correa de distribución, revisa las indicaciones del fabricante de tu vehículo y trata de cambiarla un poco antes de lo indicado. De esta forma, evitarás fallos en tu coche que puedan derivar en reparaciones muy costosas.